En muy poco tiempo de distancia me he topado con dos historias reales de conversión profunda. Uno es un joven colombiano que siendo adolescente se enroló con las bandas de matones. A lo largo de toda su adolescencia y un poco más fue capaz de realizar las más grandes barbaridades. A excepción de asesinar, participó en cruentas peleas donde los perjudicados quedaban prácticamente muertos, también llevó una vida sexual totalmente disoluta e incluso acogió al mismo demonio como dios propio empapelando su habitación de posters de su ídolo.
Al segundo le paso algo semejante. Éste a los 12 años entró a formar parte de un grupo neo-nazi en España, con todo lo que ello implica como dar palizas dejando sin dientes a cualquier persona que no fuera de su gusto o que simplemente le mirara de forma inadecuada. Sin caer demasiado en las drogas sí que llevo, como el anterior personaje, una vida sexual disoluta usando las chicas con las que iba como simples objetos de placer y arrebatándoles así su dignidad de persona. Este joven también fue la cabeza de un grupo que se dedicaba a repartir el terror por todo donde iba.
Pero Dios tenía un mismo destino para las dos personas de las que he hablado muy brevemente. Un día sin más, igual que san Pablo, se encontraron de cara con Jesucristo e irremediablemente tuvieron que cambiar radicalmente de vida, tanto que los dos personajes, muy alejados el uno del otro ya que uno está en Colombia y el otro en España, aceptaron la vocación que habían recibido de Dios y ambos consagraron sus vidas con la ordenación sacerdotal. De esta manera, conociendo el camino hacia la luz pueden iluminar con sus vidas sacerdotales a los que viven el la oscuridad.
La cuaresma es un momento de gracia en el que se nos pide la conversión de nuestras vidas. Tal vez no necesitemos una conversión tan radical como la de estos jóvenes, pero sí que necesitamos muchas pequeñas conversiones, que si no vamos con cuidado se pueden convertir en vicios. Si estos jóvenes han podido cambiar tan radicalmente de vida, nosotros sin duda alguna y con un poco de esfuerzo también podemos.
Aprovechemos este tiempo de cuaresma donde la oración es un punto importantísimo en nuestro camino para que sepamos ver no lo que deben cambiar los demás sino para ver lo que tenemos que cambiar cada uno de nosotros individualmente.
Mn. Jaime Seguí Magenis
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